lunes, 31 de octubre de 2011

Otra linda historia

La Madre Angélica, contaba que iban a someter a una operación quirúrgica a un anciano de más de 60 años y su hija Linda estaba preocupada. Entonces, su padre le dijo:
- Hija, ¿no te he hablado alguna vez de que hace más de sesenta años tu abuela dio a luz a un niño muerto? Era un varón, un niño voluminoso a quien le había resultado sumamente difícil entrar en este mundo. Después de darle unas cuantas palmadas, sin obtener reacción alguna, la comadrona lo dio por muerto. Lo envolvió en una manta y lo dejó sobre la mesa. Todo el mundo lloraba. Pero tu abuela saltó de la cama, se acercó a la mesa y cogió a su hijo en brazos. Sosteniéndolo por los pies, comenzó a darle palmadas, mientras exclamaba: “Vamos, hijo, vamos”. A los pocos momentos se oyó un grito y después un chillido. Hay quien dice que, desde entonces, nunca ha dejado de aullar.
- ¿Eras tú?
- Sí, era yo y considero cada uno de los momentos que he vivido en este mundo como un de Dios. Dios me otorgó el don de la vida y, a continuación, me ofreció la gracia extraordinaria de saber que, si ha llegado mi hora, no puedo quejarme. En lo que a mí se refiere, toda mi vida ha sido un milagro y estoy agradecido a Dios por cada momento de vida, que me ha regalado.
El papá de Linda falleció en aquella operación, pero creemos que ya estará feliz con Dios en el cielo. Él sabía algo que muchos todavía no han aprendido: que la muerte no es algo que ocurre por azar o por mala suerte. La muerte está prevista por Dios desde toda la eternidad y tiene determinado el momento. La muerte no es algo absurdo, por más que ocurra por medio de un accidente sin sentido. Dios nos llama a través de un accidente o de una operación o de un infarto o de un cáncer, lo importante es saber que nuestra vida está en las manos de Dios y no querer morirse antes de tiempo. Él busca el momento más favorable para llevarnos, pero debemos estar siempre preparados. ¿Estás preparado para morir? ¿Acaso crees que la vida te pertenece y puedes disponer de ella hasta cuando quieras y como quieras?
Por eso, agradece la vida que Dios te ha dado. Agradece a tus padres que no quisieron abortarte como tantos otros y dales las gracias con tu respeto, tu agradecimiento y tu amor sincero.

viernes, 21 de octubre de 2011

Mi muerte una vida.

Hola, buscando algún tema de interés para los lectores, me quede pensando en el principal tema de nuestra revista el suicidio y pues como todos sabemos el suicido es sinónimo de muerte, pero ¿qué es la muerte?  la muerte es el proceso terminal, que consiste en la extinción de un ser vivo, no es fácil decir lo que es la vida, Por eso tampoco podemos darle una definición concreta a la muerte.
 Biológicamente, la muerte es la pérdida irreversible del orden orgánico, de la capacidad de autorregulación; del funcionamiento del organismo como un todo. Se pueden considerar tres niveles: La muerte celular, de todo el organismo, como consecuencia de la destrucción de todas las células, lo que sería la muerte biológicamente total. La muerte orgánica, de los órganos, o muerte clínica. La muerte del individuo como un todo, por pérdida de la capacidad de autorregulación. Esta muerte se produce antes que la muerte orgánica y ésta antes que la celular. De lo dicho anteriormente se deduce que en la muerte del individuo el organismo no funciona como un todo, y sin embargo, algún órgano u órganos pueden seguir funcionando (durante un tiempo), y las células pueden seguir manteniendo su funcionamiento (durante un tiempo). Esa definición de la muerte de los órganos me recuerda a esta bonita reflexión que quisiera compartir con ustedes.
"El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener hijo. Yo quería un varón.  A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y la otra radiante y dormilona. En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura, su carita, su sonrisa y su mirada no se apartaban ni un instante de mi pensamiento. Todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacía planes, todo sería para mi María José."

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de María José. Yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón más grande para vivir de Randolf, según decía él mismo. Una tarde estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de una laguna cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, un diálogo que todos escuchamos...
-Papi, cuando cumpla quince años... ¿Cuál será mi regalo?.
-Pero mi amor si apenas tienes diez añitos... ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?.
-Bueno papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.
La conversación se extendía y todos participamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas.
Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba su hija quien ya tenía catorce años.
El hombre se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostró el registro de calificaciones de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de nueve puntos y los estímulos que les habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores, felicité al dichoso padre y le invité a un café.
María José ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de su familia, especialmente en el corazón de su padre. Todo ocurrió un domingo, muy temprano, cuando nos dirigíamos a misa... En ese momento María José tropezó con algo, o eso creímos todos, y ella dio un traspié. Sin embargo, en ese momento no cayó pues su padre la tomó de inmediato, evitando que se lastimara. De cualquier forma, ya instalados en el auto, vimos como María José se tumbó lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento. Inmediatamente, buscando un taxi, la llevamos al hospital.
Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, que debían practicársele otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.
Los días iban transcurriendo, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija cuando ella le preguntó:
- ¿Voy a morir, no es cierto? Te lo dijeron los médicos.
- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo- respondió el padre.
- ¿Van a algún lugar? ¿Pueden ver desde lo alto a las personas queridas?. ¿Sabes si pueden volver?
- Bueno hija, respondió, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera, no te dejaría sola. Estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.
- ¿Al viento?- replicó María José. - ¿Y cómo lo harías?
- No tengo la menor idea hija, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.
Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo, necesitaban un corazón
pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más. ¡Un corazón!. ¿Dónde hallaría un corazón?. ¿Lo vendían en la farmacia acaso, en el supermercado, o en una de esas grandes tiendas que propagan por radio y televisión?. ¡Un corazón!. ¿Dónde?.
Ese mismo mes, María José cumpliría sus quince años. Fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar. El domingo por la tarde, ya María José estuvo operada y todo salió como los médicos lo habían planeado. ¡Éxito total!.
Sin embargo, Randolf no había vuelto por el hospital y María José lo comenzó a extrañar. Su mamá tuvo que explicarle que ya que todo estaba bien, a partir de ese momento su papá era quien trabajaría para sostener la familia. María José permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron. Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre.
María José, mi gran amor:
"Al momento de leer mi carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no poder estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?... después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mi, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo
que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, ¡Vive hija!. Te amo!!!!...
También quiero que sepas que hoy, mañana y siempre estaré a tu lado, siempre. Te Amo y siempre Te Amaré, porque eres lo más grande y hermoso que Dios me ha dado... siempre estaré contigo, siempre TE AMARÉ..."
María José lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente, fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurró:
-Papi ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amo aunque nunca te lo dije. Por eso también comprendo la importancia de decir "TE AMO". Y te pido perdón por haber guardado silencio... en ese instante las copas de los árboles se movieron suavemente y cayeron algunas flores.
Sintió María José que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó sus mejillas. Alzó la mirada al cielo sintiendo una paz inmensa y dio gracias a Dios por eso. Se levantó y caminó a casa con la alegría de saber que lleva en su corazón "el amor más grande del mundo"... 

Agradecemos este aporte a
Guadian, Jose C

Tengo la intención de vivir para siempre. Hasta ahora me ha ido bien. (Steven Wright) disfrutemos al máximo cada día, aprendamos y convivamos con los demás, ama a tu familia y amigos, cada instante como si fuera el ultimo, diles cuanto los amas y no te canses de decirlo repitelo y repitelo hasta que te enfades, por que cuando llegue a faltarte un ser querido tendrás ganas de hacerlo y ya no podrás, aprovecha ahora que estas a su lado. ama

http://wady.lacoctelera.net/post/2009/02/23/el-regalo-mas-grande-del-mundo
http://es.wikipedia.org/wiki/Muerte